DESLIZANDO SOBRE SUPERFICIES 2010

Por Andrés Isaac Santana.

Resulta tan abundante la especulación retórica (también teórica, afortunadamente) sobre los mundos insondables y cifrados de la fotografía, que de repente pareciera que todo queda dicho respecto de su mismidad y ontología. Lo mismo que hace pensar que cada nuevo artista del medio se inscribe en una u otra línea de actuación dentro del perímetro amplificado y lapso de este lenguaje. Sin embargo, siempre he creído que a cada nueva propuesta, por más que el capital visual contemporáneo se presente colapsado a fuerza de un exceso exasperante de visualidad compulsiva, le sobreviene un particular modo de entender la realidad y sus dobleces, tanto como una particolar manera de leer esas señales –desde la crítica- que al cabo redundarán en poética.

Esto último es algo que he estado pensado en días recientes luego de que el joven artista David García Torrado, tuviera la amabilidad de hacerme partícipe de los entresijos de un portafolio de insinuaciones, curvaturas y angularidades, que mostró con una visible cuota de humildad y no sin cierto nerviosismo que le delataba ¿Algo nuevo en estas instantáneas con las que me agasajaba David en un acto casi de erótica persuasiva? No creo, como tampoco pienso que sea justo ese rancio criterio de novedad (tan disyuntor como atrozmente jerarquizador) el que permita colegir las señas narrativas del trabajo de David en la misma medida en que su operatividad nos alejaría de un entendimiento pertinente y locuaz de su propuesta, a favor de una digresión fronteriza que sólo busca legitimar el arte en virtud de unos criterios de originalidad y de novedad colapsados en el discurso estético de una modernidad ya hastiada y desvanecida en el aire. Creo, por el contrario, que leer el trabajo reciente de David, implica pensar en la fascinación que sobre el joven fotógrafo ejerce el ámbito de la arquitectura y las posibilidades narrativas que éste advierte en cada uno de sus ángulos y copulaciones de luces y sombras.

Cuando uno descubre la belleza de (y en) los ojos de David, entiende, en parte, y sóloenparte, por qué su fotografía se traduce en un ejercicio retiniano que gusta del hedonismo de la composición y de la cópula propensa a acoplar/yuxtaponer planos y acariciarlos perfiles arquitectónicos como si de cuerpo y carne se tratara. A David le cuesta ver lo feo del mundo, la cara menos amable de una realidad que embiste al ojo y devuelve la corroboración de la crueldad como estandarte de época. Para ello ya están los medios de comunicación y su paranoia reactiva que hurga en los recodos de las heridas y ensaya el morbo más falaz y escandalosamente empobrecedor, me decía. Prefiere entonces–ante un universo fotográfico que en su momento se pobló en exceso de abyecciones, cadáveres, accidentes, visiones antropológicas trasnochadas o un documentalismo tan estéril como anémico- pretextar una visual fría, algo distante que no por ello aborta el compromiso con el objeto de deseo de su fotografía. Él sabe bien, al menos está en el camino de aprenderlo, que la jerarquía en arte y en gusto, basa en una supuesta desigualdad de hecho una desigualdad de derechos y de accesos. Por ello trabaja y lo hace sin pensar en la legitimidad per se y síen el placer que el lenguaje del arte reporta. Su ejercicio es fuga, punto de partida que busca trascender una realidad que le circunda donde lo fotográfico, por tradición familiar, es entendido como negocio y un medio de subsistencia sin mayores implicaciones culturales que las que señala el registro.

A la práctica de la fotografía que se presenta como oficio cotidiano en la captura de acontecimientos sociales tales como la moda, el ámbito publicitario y todo ese repertorio de hábitos culturales tan atávicos como legítimos, a los que se debe el taller de su familia y del que él –agradece mucho a estas circunstancias de la vida- ha aprendido el oficio; David opone un deseo de fuga que le coloca frente a la arquitectura y delante de otros estímulos visuales menos ortodoxos en su naturaleza y hechura. De ahí esa búsqueda afanosa de edificios a los que convierte casi en objeto de un deseo erótico sobre los que proyectar una pulsión sexual en tanto captura y posesión de sus accidentes. La resultante de estas primeras exploraciones suyas es, por tanto, un trazado enfático de composiciones donde líneas y volúmenes rivalizan en un mismo plano, cediendo un lugar importante al color. Estas instantáneas tienen muchos de pictórico, disfrutan del color, sobre todo de los colores fríos que el fotógrafo subraya a modo de alegoría de un mundo capitalista que parece abortar el afecto y sustantivar la plusvalía. Sus piezas permiten, incluso, establecer un viaje de rigor hacia la premisa historiográfica que le antecede y que revelen ese trato de lo fotográfico con lo arquitectónico en todas sus facetas y modalidades al uso. Sin embargo no creo que revista un mayor interés precisar estos trayectos, al menos no por ahora. Interesa más, si acaso, observar el modo en que su trabajo irá fraguando los signos de una poética propia en medio de esos referentes que en este instante le asisten y que ejercen una fascinación sobre él que apenas puede disimular.

El hincapié que hace David en la arquitectura, revela su deseo de consagrar un vocabulario personal que dinamice su propia visión y perspectiva de la misma. A tal punto que las tomas reales son metamorfoseadas para crearespecies de relatos cortos donde unos personajes y unas situaciones concretas parecen tener algo que decirnos.  Ello no supone que David mantenga una distancia alienante de sus fuentes primeras, sino que ejerce sobre (y respectos de ellas) un mecanismo de ficción que le permite contar pequeñas historias que soportan en sí el frondoso mundo de preocupaciones que le interpelan en tanto sujeto y actor social. Si por fin el relato es el conjunto de narraciones que se orquestan como en un tejido sobre una misma superficie escritural, David está a punto de convertirse en un hacedor de anécdotas cortas que buscan respuestas a posibles interrogantes aun cuando ellas queden tan solocomo esbozos de otras ideas, amagos por resolver, apuntes que demandarán otras embestidas y muy otras atribuciones de sentidos. Creo que David, con la intensa travesía de sus empeños, será capaz de escribir esas historias, se reformulará en sus enunciados primeros, buscará el modo de advertir un camino que se desembarace de los atributos aparenciales, de eso que algunos llaman el estado de las cosas. Por esa vía de insinuaciones, puede que sorprenda en breve con undeslizamiento zizagueantesobre nuevas superficies especulares que le revelen, que le adviertan.

Andrés Isaac Santana, Madrid 2010

Colaborador de ABCD, Atlántica, ArtNotes. 

Corresponsal de ArtNexus. 

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